Un sendero atravesaba el bosque como si de una cicatriz se tratase. Nina siempre recorría aquel camino de regreso a casa. Era el mismo camino, pero al revés, cuando iba a trabajar. Era tarde, el sol se había puesto, y aún quedaba un puñado de kilómetros hasta llegar a su meta. Nada interrumpía sus acompasados pasos, ni siquiera las ganas de descalzarse, ni las ganas de visitar el baño. Pensaba: “Debí haber ido antes de salir de la oficina”
Cuando el sol se puso, y los búhos despertaron, las ganas parecían incontenibles, pero no recordaba que hubiese un cuarto de baño en aquel camino. Recordó las sabias palabras de su abuelo “todo el bosque es un cuarto de baño”. Pero pensó que lo había pensado, cuando en realidad no lo había hecho; era un susurro proveniente de la espesura. Se detuvo, giró noventa grados, se quitó los zapatos de tacón, y se adentró en la arboleda.
Cuando se alejó lo suficiente de la carretera vio a lo lejos lo que parecía un retrete. ¡Un baño en medio del bosque! ¡Qué oportuno! Pero eso no era lo más interesante, en las ramas de un árbol se veía claramente un cartelito que indicaba que el servicio era de señoritas. Había un espejo, y un lavamanos con dispensador de jabón.
-¡Qué suerte!- dijo en voz baja.
-¡Qué suerte! – dijo otra voz poco después.
¿Eco en el bosque? ¿Será posible? - pensó. Se bajó los pantalones. Unas risillas y jadeos acompañaron su íntimo momento. Dedujo que sería el viento. Aunque a esa hora ni una hoja se movía del suelo, y la espesura impedía que cualquier resto de brisa entrase. Se bajó la ropa interior y se sentó en la taza, entonces se oyeron suspiros y resoplidos. Cuando se fueron calmando, hizo fuerzas para evacuar, pero era incapaz, es más, cuanto más fuerza hacía, menos podía, y más fuertes eran los aullidos y silbiditos a su alrededor. El miedo y desconcierto hicieron que no fuera capaz de desahogarse. Parecía que un séquito de hombres viciosos le vigilaba. Se levantó, con cara de pánico, y corrió mientras se subía otra vez los pantalones hasta llegar a la carretera.
-La próxima vez no hagan tanto ruido, coño. Que para una vez que pica… -dijo el árbol que sostenía el cartel con el símbolo.
- Te dije que pusiéramos un baño de hombres, vendrían más. – dijo el árbol que sujetaba el espejo.
7 comentarios:
Je, je... interesante historia... dibujos chulísimos...
Un beso
Así se les quitan las ganas a cualquiera.
Esta es mi sección favorita! =)
Qué árboles más verdes!! XD
Como dice mi hermana unos árboles muy verdes y picantones, jaja.
:D
Sí, esos árboles son unos guarretes.
Jajajajajaj vaya árboles! Ya ni ellos se puede fiar una! Muy bonito el dibujo con acuarelas, le sienta bien el color :)
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